Microfinanzas para un Dummy – Parte II. Saber Cobrar

Gabriel Villavicencio Bedoya. Con la tecnología de Blogger.

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viernes, 11 de noviembre de 2011

“Para saber prestar tienes que saber cobrar”, fue lo primero que me dijo el administrador de la agencia de Ate, avisándome que me esperaba un largo día junto a uno de los encargados de cobranza de la agencia.

Contra todos los pronósticos, el encargado de cobranzas no medía más de 1.65, o sea, era hasta más chato que yo, lo que de arranque me dejó claro que de cobranza coactiva no estábamos hablando.

Efraín Guerrero trabaja desde hace 4 años en el área de cobranzas y ese día regresaba después de dos semanas de vacaciones, por lo que su lista de clientes a visitar era bastante amplia, y nos mantuvo por más de 7 horas recorriendo a pie Ate y Santa Anita visitando a sus caseritos (para no correr el riesgo de perderse por zonas más peligrosas con el gringuito que le habían zampado de acompañante).

La experiencia en el mundo de las cobranzas de microcréditos resulto ser muy interesante. Descubrí que la cobranza en este sector es casi un arte callejero, donde lo más importante, como en todas las microfinanzas, es conocer lo mejor posible a tu cliente; sus puntos fuertes y sus puntos débiles, y saber manejarte en base a ello.

Entre los intentos de cobranza, que sólo fueron eso, porque nadie nos pagó, más interesantes, tendría que mencionar dos.

Una fue la visita que le hicimos a la dueña de un colegio, a la cual visitamos a la hora de salida de los alumnos para que nos atendiera rápidamente para evitar que los padres que recogían a sus hijos se enteraran de su situación crediticia.

La otra fue la visita en la hora de almuerzo a una señora que vive en una de esas estrechísimas y antiguas quintas en las que probablemente se inventó el dicho “pueblo chico, infierno grande”. Desde que nos vio la señora nos preguntó casi gritando si éramos del mercado (para que la escuchen todos los vecinos a pesar de la salsa que salía a todo volumen de la casa de al costado), mientras con señas nos pedía que le sigamos la conversación y firmaba un compromiso de pago sobre la espalda de Efraín en la puerta para que la otra persona que estaba en la casa tampoco se entere de la situación.

Mi mayor participación en las cobranzas se daba cuando, quedándome un poco lejos de la casa, Efraín me presentaba como un funcionario de cobranza coactiva que había venido a ver con qué bienes podíamos cobrarnos las deudas, mientras que yo con cara de experto tasador revisaba la zona en la que estaba la casa o que equipos habían en los casos de bodegas y farmacias que podrían ser embargados.

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